abril 24, 2005

Cruzando el espejo.

Los mexicanos no saben hablar español


Estaba de oyente en una clase de gramática cuando el profesor lanza a sus alumnos el comentario de marras:
"Yo no estoy completamente de acuerdo con que los mexicanos hablen correctamente español".

El origen de este comentario no es tan facil de ignorar. Muchos en El Salvador nos dicen que los mexicanos
somos extremadamente nacionalistas, (modo amable de decirte patriotero), orgullosos o lo que es lo mismo
presumidos.

Deben haber tenidos malas experiencias con anteriores viajeros.

Dado que el síndrome del Jamaicón a mi solo me duró 2 dias, puedo entender claramente porque este pequeño
y extraño país tiene un raro sentimiento hacia esa entelequia llamada México.

Primeramente, los medios masivos mexicanos (Televisa, TvAzteca) tienen un peso enorme.
El chavo del ocho sigue ganando batallas aqui, las telenovelas tienen altos ratings....
(Si, me preguntan por Nadia de la Academia).Incluso, recuerdo haber visto en un programa
de concursos local, ¡preguntar por las capitales de los estados de México! (El concursante
perdió).

Como cualquiera sabe, lo que sale en la tele y la realidad son cosas completamente diferentes.
Lo primero que hicieron las personas que me rodeaban fue preguntarme cosas como "¿Es verdad
que en México hay mujeres guapas? (Respuesta: Falso) ¿Porque hablan tan bien en las telenovelas y tu no?
(Respuesta: Porque hasta hace poco Televisa tenia excelente lingüistas) ....

Pero al poco rato, salen los rencores. El futbol, nuestra intervención en su guerra civil, el orgullo
insultante de mucha gente, nos hace candidatos faciles al odio.

La gente que viene por aqui no coopera mucho tampoco. Algunos se suben en el tren del orgullo (somos
mejores que ustedes).Otros al no tener nada, ondean su nacionalismo en las calles. Aun recuerdo cuando
México calificó al mundial el desfile de los empleados de la embajada con banderas y toda la cosa.

(Su servidor se desligó de semejante payasada)

Quitarme de mis anteojeras ideológicas fue mi primera lección de exiliado. Abrazar la verdad
fue la última.

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